Camilo Cienfuegos, leyenda y presencia

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Camilo sonriendo

Símbolo de Revolucionario y patriota, Camilo Cienfuegos Gorriarán es ejemplo para generaciones de cubanos. Presente en la memoria popular, el día de su natalicio se vuelve jornada de recordación en Cuba. Es día para homenajear al joven delgado, al sastre simpático que impartía justicia en el barrio capitalino de Lawton, al hombre de la sonrisa eterna que cumpliría hoy 92 años.

Volver a Camilo es saldar una deuda con el muchacho que dio cobijo a un pueblo bajo el ala ancha de su sombrero; que no pudo cursar más estudios después de abandonar la Academia San Alejandro, y que después estaba entre los primeros en las protestas estudiantiles contra Batista.

Evocar a Camilo el día de su natalicio, y todos los días, es cuestión de gratitud. Fue a Nueva York y de ahí a México para regresar en el Granma. Después a la columna Uno de Fidel, y luego a Yaguajay, para más tarde, y sin pretenderlo, llevar en sus hombros los grados de héroe y Comandante.

Aún lo vemos en imágenes derribando muros en Columbia, abriendo allí un poco de luz para fijar el rumbo y deshacer en menudos pedazos la presencia yanqui en nuestro suelo.

Habrá que volver a Camilo en tiempos de cosechar la palabra Lealtad: nadie como él se aferró con todo el pecho a la insurgencia barbuda, ni con tanta fuerza a las ideas de Fidel.

Hecha ya la obra, se consagró a pulirla, a apostar por los humildes y a aprobar el sueño de un mañana más justo, porque él sabía cuándo íbamos bien.

En esa voluntad de edificar una Cuba nueva, un día, sin decir adiós, no volvió. Se fue en un viento de octubre. Desde entonces se le ha visto hecho pueblo. En el pueblo hay muchos Camilos, así decimos. Había tanto de pueblo en él que no puede ser de otra manera: Camilo Cienfuegos es leyenda, es cierto; pero también es presencia.