Nadie puede obligar a millones

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El ultimo adiós

Un embajador de América Latina hablaba con un enviado europeo que no salía del asombro, confesando que nunca en su país ni en otro que recordara había visto una manifestación tan grande. “Lamentablemente esto no es lo que van a transmitir los periódicos de nuestros países, ni del suyo ni del mío”, reflexionó el diplomático latinoamericano.

Y fue más lejos aún: “Imagine que se puede obligar a diez mil o treinta mil, pero a millones nadie puede obligarlos, Tampoco a llorar como lo hemos visto Ud. y yo este día en las calles”.
El europeo bajó del lugar donde estaba sentado, se apoyó en la baranda de la tribuna y le pidió a su colega latino que lo fotografiara con aquella multitud a su espalda. “Le aseguro que mostraré esto, porque no podemos estar siempre ciegos”. Lo dijo en un español un poco raro, pero entendible. También a otros les admiraba el respeto que mostraba aquella multitud, que en cualquier otro lugar se haría incontrolable.
Es cierto, allí estaba Fidel en esa dignidad que siempre está detrás del más simple de los cubanos, como parte de su piel y de la vida en revolución.

                                                                                                                                               (Facmento de una anectota) Stella Calloni

 

Camino a la eternidad