Partió, partiste Fidel, tan humanamente glorioso como habías llegado desde la Sierra Maestra en enero de 1959. Un pueblo que te lloraba pero desafiante, porque sabía que en realidad Yo soy Fidel no es una frase vacía, advierte que es más peligroso para el enemigo de los pueblos del mundo, tu ánima, tu alma, ya sin límites para andar por donde sea pariendo liberaciones. Porque nadie podría impedir que tu riquísimo pensamiento y tu inmenso legado se mantuvieran vivos, y llameantes en el corazón de cada cubano.
Están los que ni lo intentan, están los que pasan, están los se animan pero al poco se cansan; y luego estás tú que durante toda la vida supiste vencer, mantener a raya, obligar al imperialismo a reconocer el poder y la grandeza moral de la patria cubana. Supiste partir de lo imposible y de lo impensable, para convertirlas en posibilidades mediante la práctica consciente y organizada y el pensamiento crítico, conducir esas posibilidades actuantes hacia la victoria. Siempre te acompañó la determinación de mantener la lucha en todas las situaciones, cualesquiera que fuesen,la comunicación siempre, con cada ser humano y con las masas, en lo cotidiano y en lo trascendente.
¡Gracias, gracias, gracias por ser así! Porque sin personas como tú, este mundo dejaría de girar.
Te volviste mis buenos días, mi droga favorita, el complemento de mi locura, la libertad de hacer todo lo que he soñado, porque tú te has convertido en mi más bonita realidad. Solo me bastó con una sonrisa, para que pusieras en pausa todas mis guerras, una mirada y me desnudó el alma, un abrazo en el viento que me hizo sentir que hay amores que son eternos.